Amor y educación

Revista Aula Infantil - Número: 59 (diciembre 10) - ISBN / EAN: 1577-5615

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El diálogo que enmarca el tema de este monográfico nos proporciona una variedad de miradas sobre el amor y la educación que nos lleva a poder pasear por dimensiones muy variadas, de personas que son referentes en educación infantil (Montse Antón, Vicenç Arnaiz, M.a Carmen Díez, Carme Thió, Alfredo Hoyuelos y Carles Capdevila, moderando). El compendio de experiencias de diferentes escuelas (0-3 y 3-6) que pensando en el tema "Amor y educación" nos expresan a través de documentación su vivencia nos ayuda a completar un monográfico que nos parece muy rico y potente.

¿Y por qué este tema?

Hoy día sabemos que la vida humana ha podido ir evolucionando, como animales mamíferos que somos, gracias al AMOR. Como nos dice Maturana: "Somos animales mamíferos que dependemos del amor". Esta importante afirmación nos hace pensar que la educación en general, pero todavía más en los primeros años de vida, no puede darse sin este gran concepto, tan difícil de definir pero imprescindible para nuestra supervivencia.No es casual el hecho de nacer tan dependientes del entorno. Necesitamos que nos alimenten, nos muevan, nos cambien, nos mezan... Por tanto, que nos toquen, nos miren, nos reconozcan, nos hablen... En definitiva, que nos hagan visibles, a los ojos de los demás y a nuestros propios ojos. Por tanto, es el afecto, el cariño incondicional lo que permite que nos acepten tal como somos, lo que nos ayuda a cubrir esas necesidades primarias al mismo tiempo que nos transmite sentimientos, creencias, valores, emociones... cultura.Este diálogo entre biología y cultura se hace inseparable. Tanto es así que sabemos de experiencias muy traumáticas que han demostrado que aquellas criaturas a las que se ha cubierto sus necesidades primarias sin prácticamente mirarlos o cogerlos, sin transmitirles afecto, se han desarrollado menos a nivel físico. Del mismo modo, sabemos que la capacidad de la especie de buscar aquello que le resulta imprescindible hace que intentemos buscarlo en lugares increíbles, con estrategias impensables, e incluso en contextos realmente adversos para el crecimiento. Esta mirada de la nos aporta un hálito de confianza sobre los seres humanos. Necesitamos que alguien crea en nosotros, que nos valore como personas. A partir de estos "anclajes" podemos ir saliendo adelante de una forma "sana", a pesar de situaciones prácticamente inhumanas. Por tanto, es una vez más el amor, la capacidad de aferrarnos los unos a los otros, lo que nos da la fuerza para seguir la vida con dignidad.Los retos que nos plantea un momento histórico como el que estamos viviendo, en el que parece que todo cuanto hay bajo nuestros pies tiembla, en el que incluso aquellas estructuras que parecían invariables, inamovibles, dan la vuelta, no nos permite continuar proponiendo una educación, y por tanto una escuela, a partir de mitos que la realidad de cada día nos dice que ya no nos sirven.Por tanto, vemos que necesitamos:- Confiar en la fuerza de la vida, a partir del amor. Como nos dicen Mauricio y Rebeca Will, la vida está programada para salir adelante a pesar de todo. Esta confianza nos ha de poder ayudar a respetar lo que tenemos y lo que necesitamos (a nivel físico, emocional, cognitivo...), por encima de lo que desearíamos tener o ser. En su definición del amor como "aceptación de lo absurdo del otro" nos damos a reflexionar sobre esta capacidad que necesitamos de respeto profundo hacia uno mismo y hacia los demás.- Recuperar un tiempo humanamente posible para la evolución. La especie humana es la que tiene la infancia más larga a nivel evolutivo, y existen razones para ello: la complejidad de nuestro cerebro y las condiciones necesarias para ir aglutinando la biología y la cultura, a partir del ingrediente esencial -el afecto-, no son tarea fácil. Requieren tiempo. Ese tiempo que nos brinda la posibilidad de rectificar, de probar, de equivocarnos, de aprender haciendo y deshaciendo. Tiempo para jugar con el mundo, con uno mismo, con los demás, sin esperar un rendimiento, un objetivo, un resultado previsto. Los niños no es necesario que produzcan, no deberían formar parte de las cuotas de producción del mundo laboral. No deberían "trabajar" (criticamos al tercer mundo cuando vemos el abuso del trabajo infantil, y muchos niños oyen cada día, en casa y en la escuela, "hasta que no acabes de trabajar, no puedes ir a jugar".Hacer del espacio de la escuela un lugar habita, donde poder desarrollar todas las capacidades y necesidades de relación, curiosidad y creatividad. Sabemos por todos los estudios antropológicos, psicológicos, pedagógicos... que los niños aprenden a partir de la acción. Esta acción requiere experimentar y moverse. Forma parte de las necesidades vitales para poder habitar de forma cómoda el mundo y, por tanto, la escuela. Quiere decir buscar posibilidades, inventar, investigar, crear. Aportar de la propia cosecha, a fin de poder sentir que somos individuos irrepetibles, y alimentar así nuestra autoestima.Propiciar una atmósfera que posibilite una mirada del mundo compleja, en la que sintamos que todos estamos conectados, que respiramos el mismo aire, que bebemos la misma agua, pisamos el mismo suelo, y nos calentamos con el mismo sol. Los sentimientos que nos despierta la conciencia de esta pertenencia común nos permiten ser más empáticos y entender respuestas que a nivel racional nos parecerían criticables.Estar en la escuela con una presencia humana y profesional, que permita ir encontrando nuestro sitio, bailando entre el difícil equilibrio de la proximidad emocional de expresar y sentir toda la gama de sentimientos que las situaciones de relaciones interpersonales nos provocan, pero, al mismo tiempo, poder mantener una distancia suficiente que nos permita poder contemplar los contextos educativos en su globalidad, a fin de no hacer una proyección personal automática.