La educación consumerista en el aula

Trabajar en la escuela la educación del consumidor y la consumidora supone concretar unos determinados contenidos. Cuando nos planteamos hacerlo, ¿en qué tipo de contenidos debemos pensar? Debemos pensar en contenidos conceptuales y, por tanto, en cómo enseñar y aprender, por ejemplo, la información que debe contener la etiqueta de un alimento envasado o cuáles son los mecanismos utilizados por la publicidad que influyen en las decisiones de compra.

La educación del consumidor es un contenido transversal (o un entorno de transversalidad, según la última moda), lo que, desde mi punto de vista, quiere decir que la educación del consumidor no es más (ni menos) que un intento, como cualquier otra actividad docente, de acercar a nuestros alumnos y a nuestras alumnas al conocimiento del entorno…

Aunque los contenidos transversales se plantean de forma clara y decidida desde la aprobación de la LOGSE, el CRIET (Centros Rurales de Innovación Educativa de Teruel) de Alcorisa viene trabajando, entre otros, temas de educación del consumidor desde 1986. En este año se entró en contacto con el entonces Jefe del Servicio de Consumo de la Diputación General de Aragón, Don Francisco Javier Vera, quien puso en marcha un extraordinario programa de actuación: formación del profesorado, elaboración y diseño de materiales didácticos, acción directa en las aulas con los talleres itinerantes, participación en foros educativos, etc.

La actividad relativa a la elaboración de bombones no es nueva en nuestro centro escolar. Durante estos últimos años ha sido realizada por el primer nivel del 3er ciclo de educación primaria. Así pues, nuestros alumnos mayores la han llevado a cabo, y todos la han valorado positivamente.

Desde que nuestro centro comenzó su andadura hace diez años, el departamento de lengua y literatura ha tratado de hacer de esta asignatura algo vivo, cercano a la experiencia de nuestros alumnos. Para ello, hemos procurado introducir siempre en cada curso un proyecto que sirva para contextualizar y articular las destrezas comunicativas abordadas en el aula.

En este trabajo pretendemos reflejar la labor que se realiza en la Escuela Permanente de Consumo, en el campo de la educación consumerista, desde el año 1989, y ofrecer así un instrumento de utilidad para profesores, nuevos grupos y centros destinados a la formación del consumidor.

Cada vez hay más costumbre de organizar actividades fuera del marco de la escuela. Visitas, excursiones, campamentos, estancias de varios días, etc. ¿Hasta qué punto son fruto de una «moda» o realmente sirven a objetivos propios de la enseñanza? ¿Son necesarias y, por tanto, las incorporamos a nuestras programaciones, o, por el contrario, son únicamente un complemento, un recurso más por lo que podríamos prescindir de ellas?

¿Salimos? Si la respuesta a la pregunta es afirmativa, la siguiente cuestión que el equipo de maestros se ha de plantear es: ¿Qué haremos? Luego decidiremos ¿Cómo?, y según el cómo, preguntaremos: ¿A dónde? Justificar las salidas escolares es relativamente fácil delante de quien tengamos que hacerlo: a los alumnos, batalla ganada; a los compañeros de profesión, según a quién; a los padres, ¿qué has dicho? Pero la idea de mi artículo no es entrar en esta fase, sino en la siguiente; intentar dar unas propuestas del qué, cómo y a dónde.

La situación actual del sistema educativo presenta, con la implementación de la reforma, un buen momento para ambientalizar el currículo y darle una nueva orientación a la realidad educativa. La enseñanza debe hacer posible el desarrollo global del individuo que permita un mayor desarrollo de éste en todas sus capacidades. Esto implica que las estrategias y el papel del profesorado deben adaptarse a esta nueva visión que incorpora la educación ambiental en el currículo.

A partir de los 15 o 16 años, como es frecuente actualmente, buena parte de los chicos y chicas centran sus horas de máxima diversión del fin de semana en horario nocturno y en torno al alcohol. En este marco, en los seminarios de ciencias naturales y de educación física del instituto, organizamos una salida de fin de semana en la que puedan experimentar otra variedad de actividades tanto diurnas como nocturnas, en un ambiente sano, estimulante y divertido. 

La organización del tiempo no es algo que surge aisladamente, sino que está en estrecha relación con otras decisiones pedagógicas, tales como la organización del espacio y los objetos, las relaciones entre iguales y con el adulto, la propuesta de actividades, etc.

El motivo de la exploración que hemos practicado y que ahora presentamos es tratar de conocer el marco de referencia de nuestra actuación en el aula. Muy naturalmente, solemos alimentar la presunción de que los objetivos que para nosotros están muy claros, son compartidos también por los demás. Pero, luego, unos resultados tan poco satisfactorios como los que nos encontramos se encargan de cuestionar la validez de los criterios que creíamos tan firmes.

En este trabajo he tomado buena nota de las razones aparentes, de «las cosas ya sabidas» y «determinadas »: estas racionalizaciones constituyen también datos del problema. Pero he intentado bucear por debajo de ellas y acercarme a la entraña de las relaciones que se establecen -fuera y dentro de la escuela- entre las distintas personas de un mismo grupo y de los diversos grupos étnicos y sociales.

Durante muchos años, a partir del curso 1978-1979, ciertos grupos de profesores y profesoras recibieron el mensaje del entonces naciente movimiento de defensa del consumidor, de ir introduciendo contenidos relacionados con la educación consumerista en sus aulas.