Por: Maria Feliu i Torruella (Universitat de Barcelona) | @marieta_feliu | mfeliu@ub.edu

Pensar que el alumnado queda al margen de lo que sucede a su alrededor es algo que, en estos momentos, todas las personas tenemos claro que es una falacia. Estos días, que vivimos inmersos en las horribles noticias que llegan desde Israel, se hace difícil pensar en qué deben entender o no los niños y niñas de edad escolar si la mayoría de los adultos no sabemos explicar la complejidad del conflicto que hace años que dura. No sé si los lectores serán capaces de perdonarme la coloquialidad pero creo que ejemplifica perfectamente lo que quiero explicar: Tengo un hijo de 10 años al que no hemos hablado de este conflicto y con quien no miramos el telediario y hace dos días que nos pregunta si entraremos en guerra o no porque en el patio de la escuela los amigos hablan y le han dicho que sí, que nos involucraremos en la guerra. Es evidente, pues, que queramos o no, la guerra entra en el aula y hay que darle respuesta.

Hacerse preguntas y no necesariamente tener que encontrar la respuesta

Una de las capacidades infinitas que tienen los niños desde pequeños es la de hacerse preguntas. En edad infantil entran en los círculos infinitos del porqué, por qué y por qué y poco a poco, y si lo hemos hecho bien, esta capacidad se va transformando para convertirse en un hábito. Para desarrollar el pensamiento crítico, la pregunta es básica y estoy segura de que estos días tienen muchísimas en la cabeza.

Siempre hemos defendido que el alumnado está capacitado para entender cualquier aspecto y que lo importante es cómo los aproximamos a los conocimientos y les damos las herramientas para poder entenderlo. Una de las más importantes que tenemos es el uso de la pregunta. Hacerse preguntas sobre el mundo que nos rodea implica desarrollar la capacidad de realizar hipótesis y éstas son básicamente para adquirir habilidades de pensamiento. Podemos empezar, pues, haciéndonos preguntas y asumiendo que no siempre encontraremos la respuesta. O que la que vamos a encontrar no nos ayuda.

¿Cómo explicarlo en el aula? No se puede enseñar lo que no sabemos

Parece una obviedad, pero es fundamental que tengamos claro que no podemos enseñar lo que no sabemos. En este sentido, el profesorado debe realizar un esfuerzo por estudiar el conflicto, identificar sus aspectos relevantes y estar preparados para cualquier pregunta que pueda surgir. Si no tenemos los conocimientos suficientes para abordarlo caeremos en los tópicos y en el tratamiento superficial del conflicto, que puede llevarnos a acentuar determinadas actitudes u opiniones que lejos deberían estar de las aulas. Cuando no conocemos, desconfiamos. Y la desconfianza hace que tengamos miedo y nos enclaustremos en opiniones radicales. Por este motivo, si queremos estar preparados para responder a las múltiples preguntas que tiene el alumnado, es necesario estudiar el conflicto.

Trabajar la guerra: trabajar conflictos históricos

La propuesta que planteamos está basada en el trabajo a partir del método científico. La guerra, los conflictos, acompañan a la humanidad desde hace miles de años y, por tanto, configuran partes de los hechos de nuestra historia. Podemos aproximarnos al estudio de estos hechos de la misma forma que hacen los historiadores e historiadoras. El conflicto palestino-israelí es un conflicto histórico, hace años que dura y, como tal, podemos estudiarlo a partir de su recorrido en el tiempo. No entenderemos lo que ocurre ahora si no estudiamos el pasado.

La historia nos da conocimiento científico y en consecuencia los procesos formales de enseñanza y aprendizaje deben fundamentar el estudio de esta ciencia en sus aspectos metodológicos. Es básico saber que la historia establece el relato del pasado a través de las fuentes de información, es lo que llamamos «evidencias». Podemos conocer el pasado a partir de objetos, imágenes, relatos que nos materializan un tiempo que no hemos vivido. La enseñanza y el aprendizaje de la historia debe basarse en la capacidad del alumnado de extraer la información relevante según las preguntas planteadas ya que, a través del análisis de las fuentes, obtendremos conocimiento científico y desarrollaremos el pensamiento crítico.

¿Cuáles son las evidencias de un hecho histórico?

Las fuentes históricas son las que nos darán la clave para entender cualquier momento de la historia. En este sentido, debemos tener claro que las fuentes primarias son las más importantes en el planteamiento científico de la historia, ya que son las que se han generado en el momento de los hechos que estamos estudiando. Las fuentes secundarias son opiniones, estudios, documentos, elaborados por personas que no han vivido directamente el hecho y han construido su relato con posterioridad a los hechos. En este sentido, cuanto más fundamentado esté el conocimiento histórico en las fuentes primarias, más preciso será.

Las fuentes de información histórica y, especialmente, las fuentes primarias nos permiten abordar la microhistoria porque normalmente no hablan en términos generales, sino que abordan aspectos muy concretos. Tanto en la educación primaria como en la secundaria es importante ir de lo que es muy concreto a lo que es general. Las fuentes primarias nos hablan de personas, de partes de un conflicto, de situaciones puntuales y es la suma de estos datos parciales la que, a través del método científico, nos permite interpretar algo a nivel más general. Con los niños y jóvenes no vale simplificar, pero sí es útil parcelar el ámbito de la investigación que se plantea.

Es fundamental que, en el caso de hablar de la guerra, identifiquemos las fuentes primarias y secundarias, ya que estaremos huyendo de las especulaciones para entrar, de lleno, en la metodología de la historia. Es imposible entender la complejidad de un fenómeno como una guerra si sólo utilizamos el estudio memorístico de fechas y eventos. Es necesario acostumbrar al alumnado de primaria y secundaria a trabajar con fuentes primarias: objetos de otras épocas, escritos de personas, análisis de ruinas, paisajes y monumentos de otras épocas, etc.; del trabajo con estas fuentes, el alumnado debe ser capaz de correlacionar los conceptos y aproximarse al hecho histórico de la forma más objetiva posible.

Una guerra nos interpela siempre. Nos impacta, emocionalmente hablando, y nos resulta difícil su estudio fruto de este impacto. Tenemos una tendencia, casi instintiva, a posicionarnos. Si analizamos los titulares de prensa, por ejemplo, de estas últimas semanas, podemos trabajar perfectamente esta idea de la transmisión de una noticia en función de una tendencia política. Es necesario hacer entender al alumnado que, para entender un hecho, es necesario analizarlo. Con esto no estamos queriendo decir, en ningún caso y bajo ningún concepto, que la violencia no deba ser condenada.

El contraste de las fuentes

Hemos estado diciendo que hace falta basarnos en el trabajo con fuentes para entender cualquier hecho histórico y justo apuntábamos la idea de que no todas las personas interpretamos, o nos interesa interpretar, un hecho de la misma manera. Así, por ejemplo, los puntos de vista sobre algo histórico pueden ser diversos e incluso contradictorios aunque se traten a partir de fuentes primarias.

Por tanto, no sólo es necesario aprender a analizar estas fuentes históricas, sino que es necesario establecer unos criterios de análisis. Los criterios son la criba por la que filtramos la información obtenida. Estos criterios deben estar consensuados en el aula, todo el mundo debe estar de acuerdo. Y ese debate es un reto inmenso que, si se hace bien, puede dar grandes resultados.

Que la violencia es injustificable, este es un criterio. El pensamiento supremacista o el racismo son también criterios. Los criterios deben ser lógicos y deben basarse en el humanismo. Ser de una u otra religión no es un criterio, tampoco ser blanco o negro. Debemos ser capaces de tomar distancia y que el análisis que hagamos ponga sobre la mesa lo que se ha hecho mal para poder establecer la causa de la guerra. Encontrar las soluciones ya no es cosa nuestra.

Por este motivo, el conocimiento científico, basándose en la utilización de fuentes, debe hacer siempre dos cosas fundamentales: contrastarlas y hacer un juicio crítico. ¿Quién es la persona que ha escrito esto? ¿Cuál es su historia? ¿Qué intereses o motivos tiene para explicarnos los hechos de esta forma? Cualquier información debe ser sometida a crítica, no nos la podemos creer en su totalidad de entrada y siempre debemos considerarla con reservas y comprobar si se trata de información fiable.

Como decía al inicio, abordar un conflicto no es fácil pero trabajarlo desde la interrogación y las habilidades del pensamiento, así como a partir del método científico, quizás nos ayude a responder algunas de las preguntas que tenemos y es posible que genere otras. Pero estoy segura de que, mientras sigamos estos procesos, estaremos huyendo de opiniones radicales y del enquistamiento de actitudes.