Ciencia 0-3

Recopilación de actividades realizadas en una escuela infantil 0-3, cuyo hilo argumental es siempre el proceso experimental, persiguiendo que niños y niñas participen de la construcción de su propio conocimiento.

A través de la manipulación de materiales, los niños y niñas de 0 a 3 años inician un camino sensorial y experimental que les permite conocer el mundo. La observación, la experimentación, la investigación y la deducción son procedimientos científicos accesibles desde edades tempranas si se vinculan al juego. La escuela infantil se convierte en un laboratorio donde se estimula la curiosidad, se respetan los ritmos y se promueve la acción. Elementos cotidianos como la harina ofrecen múltiples oportunidades para actuar, formular hipótesis, sacar conclusiones y construir conocimiento de forma vivencial y significativa.

Antes de que un concepto se exprese verbalmente, niñas y niños lo construyen mediante experiencias sensoriales y motrices. La manipulación y la repetición con pequeñas variaciones consolidan aprendizajes reales. A través de la observación y la acción, los conceptos se hacen comprensibles sin necesidad de ser definidos. Experimentar con texturas, sabores y disoluciones permite que emerjan deducciones y asociaciones significativas. Estas vivencias generan un lenguaje propio y comprensible que sirve de base para configurar conceptos como el de “disolución”, aún sin nombrarlo formalmente.

Niñas y niños pequeños poseen concepciones previas construidas a partir de sus experiencias. Escucharlas permite ajustar mejor las propuestas educativas. Actividades como las conversaciones previas, la observación guiada o los mapas conceptuales ayudan a organizar y visibilizar estos conocimientos. El uso de materiales reales, imágenes y objetos permite representar ideas de forma táctil y visual. A pesar de su edad, los niños pueden categorizar, relacionar y evocar experiencias. Las fichas, en cambio, no deben ser el eje del aprendizaje, sino un recurso posterior tras la vivencia, que favorezca la abstracción y reflexión.

El papel del adulto en el aula infantil es facilitar el descubrimiento sin imponer, sabiendo cuándo intervenir, observando y respetando los tiempos individuales. Crear un vínculo afectivo, conocer al grupo y establecer rutinas claras favorece la autonomía. Las actividades experimentales requieren una planificación cuidadosa y flexibilidad para atender ritmos e intereses diversos. El silencio puede ser una señal de concentración y aprendizaje profundo. La presentación, uso y cuidado del material también forman parte del proceso. Más que simplificar actividades por su dificultad, se trata de crear las condiciones adecuadas para que sean posibles.

El aula se convierte en un laboratorio de ciencias donde las criaturas de 3 años, a través del juego y la experimentación con agua, exploran conceptos como mezclas homogéneas y heterogéneas, disoluciones, líquidos inmiscibles, flotación, cambio de estado y viscosidad. Se parte del conocimiento previo y del entorno cotidiano, respetando el equilibrio entre experimentación libre y dirigida. Las observaciones táctiles, gustativas y visuales permiten construir aprendizajes científicos iniciales, formular deducciones, identificar transformaciones y clasificar materiales. La curiosidad infantil impulsa procesos de investigación significativos, y el lenguaje se enriquece al verbalizar lo observado. Las actividades, interrelacionadas con todas las áreas del currículo, favorecen la reflexión, la colaboración y el desarrollo de competencias científicas en la primera infancia.

La presentación cuidada del material permite descubrir sus cualidades y construir nuevos recursos de aprendizaje. Observar, manipular, conservar y evocar experiencias científicas desde edades tempranas favorece el pensamiento crítico y el respeto por el entorno. La intervención adulta, puntual pero significativa, garantiza la seguridad y enriquece el proceso mediante el lenguaje y la organización del espacio.

Las experiencias científicas en infantil no buscan definir conceptos, sino despertar la curiosidad y favorecer un pensamiento en construcción. A través del juego y la experimentación, niños y niñas comparan, deducen y reformulan sus ideas previas. La intervención adulta debe centrarse en ofrecer estímulos adecuados para que cada vivencia se transforme en una oportunidad de aprendizaje. Lo esencial no es el resultado, sino el proceso compartido y significativo que deja huella en su desarrollo.