El afecto se educa, se fomenta, se construye y se daña. Las relaciones afectivas son un proceso de dos, único e irrepetible, que da a ambas personas la seguridad básica para relacionarse con el mundo y los modelos de referencia necesarios para entenderlo, para absorber el conocimiento y aprender a relacionarse con los demás. Las heridas que dejemos en ese proceso afectan al resto del desarrollo del niño. El afecto es la dimensión básica del desarrollo humano, y sin embargo nos olvidamos de cultivarlo, como personas y como profesionales lo damos por hecho.